Sebastiao Salgado

15 enero 2017 - Fotógraf@s - Comentarios -

Esta tarde, he tenido la oportunidad de acercarme a ver la exposición fotográfica "Génesis" de Sebastiao Salgado, que se exhibe en el Paseo Sarasate de Pamplona en un formato espectacular de fotografías de gan tamaño sujetas a sólidos marcos metálicos. La selección de fotografías no tiene desperdicio aunque el helado viento de Enero animaba a no detenerse mucho tiempo en cada imagen.

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Las obras de este proyecto, en blanco y negro, o mejor dicho, en grises, son de una belleza abrumadora. El protagonista es el mundo virgen; sus paisajes y fauna, así como los seres humanos no contactados aún. Las imágenes traen al espectador, de forma rotunda, la belleza y espectacularidad de la diversidad natural en los parajes más recónditos de la tierra, desde la Antártida a la Amazonia pasando por las Sabanas africanas el Gran Cañón o los confines más lejanos del norte siberiano.


Claroscuros que nacen de evocadores contraluces. Sorprendentes efectos de tridimensionalidad. Atmósferas mágicas. Composiciones magistrales y en todas ellas, exposiciones y texturas perfectas.

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Las imágenes muestran una experta delicadeza en el procesado y el aplomo del estilo propio. El ruido medido que imita al grano de la clásica Tri-x de Kodak dota a las escenas de textura documental. Es Salgado en estado puro en un tema que en otros de sus trabajos estaba presente pero que en "Genesis" pasa a ser protagonista absoluto. 

 

Capítulo aparte merecen las imágenes dedicadas a los pobladores de tribus indígenas que permanecen intactos en sus reductos y que, en contraste con el resto de los humanos, se mantienen estrictamente fieles a lo esencial y a la naturaleza. La belleza de los retratos trasciende a lo estético. 

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Quizás, la fotografía que más me ha impactado es también la más intimista de la muestra de Pamplona. Una joven indígena posa desnuda en los preparativos de su rito iniciático mientras está siendo pintada por un mujer de la tribu al mismo tiempo que un bebé, desde el fondo, elevado en el aire por unos brazos, parece asomarse al trascendente y secular acto. La luz del momento es perfecta para la escena. Parece darse una fantástica  y simultanea secuencia de momentos vitales en una sola fracción de segundo: La mujer adulta que lega su conocimieto en el desarrollo del ritual pintando la piel; la joven a punto de cambiar su estatus, y el rollizo bebé, recién llegado a la vida, impregnándose de su cultura.

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El proyecto, además de un homenaje a la belleza del mundo natural, es una invitación a tomar consciencia de la necesidad de implicarse  en la defensa de un desarrollo sostenible.


Para no perdérselo.


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