Iba yo tan contentico por la Mata de Haya en Belagua con mi cámara y de pronto el manto de hojas del suelo cedió bajo mis pies. Caí sin remedio en un agujero casi infinito. Mientras mi cuerpo giraba en caída libre acerté a pensar que aquella sima me llevaba hasta el infierno sin alternativa alguna.

Pero no, Paulatinamente la caída fue frenándose hasta que mis pies se depositaron suavemente en un colchón de hojas similar al que  habían cedido unos kilómetros más arriba. Me palpé las piernas y brazos para determinar si aún estaba de una pieza y concluí que no sólo estaba entero sino que mi cámara seguía intacta.

Miré a mi alrededor y tuve la oportunidad de tomar estas tres imágenes. No sé cómo había llegado a esa latitud del planeta Marte, pero allí estaba.  Repentinamente me sobresalté y abrí los ojos. Me había quedado dormido apoyado sobre un tronco de haya. Recordé entonces que había estado mordisqueando una minúscula seta. Quizás, una seta tóxica. Una seta alucinógena. Me dispuse a marchar hacia Isaba. Estaba anocheciendo. Encendí el contacto de mi cámara y miré en la pantalla. Estas tres imágenes aparecieron consecutivamente.  No me lo explico pero aquí están.